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Sinopsis

La historia que se ve
Diego, un periodista de prestigio, divorciado y con dos hijos, mantiene una relación de tres años con Inés, que se casa con otro hombre por dinero y posición social, y conoce a Mati, un enano inmigrante, y a la Maca, que son pareja y ambos trabajan de strippers.

La historia que se vive
Diego está perdidamente enamorado de Inés y el sexo con ella es exquisito. Inés se muestra fuerte y capaz en las expectativas de sus negocios. Mati posee la sabiduría y el valor de un guerrero de su tribu pero por las noches excita y descoloca la libido de mujeres desenfrenadas. La Maca sueña con cantar boleros mientras exhibe sin pudor su pecho y un tatuaje enormes.

La historia que se desconoce
Los cuatro forman un cuarteto de sentimientos e intereses dispares, intensos, cotidianamente brutales. Unos son asesinados sin razón evidente, otro desaparece para buscar lo que nunca perdió, otro regresa a sus peores fantasmas para salvarse.

El lenguaje rabioso de esta novela nos precipita a una realidad que no imaginamos y apenas podemos sospechar. En medio de la corrupción política, los fraudes bancarios, los chantajes por prácticas sexuales aberrantes y las investigaciones periodísticas ilegales, existe un mundo en el que no hay culpas, ni justicias emocionales, no se establecen normas, tan sencillamente cruel que ni lo que sorprende es susceptible de dañar la propia vida. Un universo que subyace a la aparente tranquilidad de nuestros deseos cumplidos.

PRÓLOGO

Lunes, septiembre, mediodía

Comenzó a oler.

Y entonces lo encontraron sin haberlo buscado.

Fue cuando terminaba septiembre y el verano se moría consumiendo sus fechas en el calendario, gastando todo el sol y el calor que le quedaba en su reserva, haciendo humear aún las piedras. Todavía la tierra era un laberinto de grietas y el río no tenía agua para serlo, suplicando a gritos de arena y polvo por una tormenta de magnitudes tropicales. Bastó con seguir el rastro a res descompuesta para hallarlo en el vertedero. Un rebaño de moscas cubría la parte del cuerpo que habían desenterrado algunos perros famélicos la noche anterior, una de esas madrugadas de calor doloroso sin aire, ruidos de ratas victoriosas y huida de gatos con el instinto depredador mortecino.

Fueron los carroñeros, en la noche, quienes arañaron cartones y cajas y bolsas negras, basura de botes y tetrabriks, bordes fosilizados de pizza cuatro quesos, kilos de restos de comida, huesos de pollo asado de varios días, mondas de plátanos de Canarias, cabezas, piernas y manos rebozadas de suciedad de una muñeca barbi caída en desgracia con la llegada de otras muñecas que trajeron los Reyes Magos, lo que quedaba de una promoción tres por uno de atún en aceite vegetal, latas de sardina omega cero con el color de la piel de la avellana que le proporcionaba el óxido, envases de leche desnatada en oferta, pedazos usados de pan duro y sucio y envases de cocacola zero.

También fue el olor quien delató el cuerpo a las alimañas revelando un rastro seguro, como el humo que señala el fuego.

Un chucho de mirada anoréxica, con sus costillas pegadas a la piel, cojo y manco, color canela y barro, arañó una bolsa de patatas fritas sabor a ajo y su lengua asfi xiada, húmeda y hambrienta, se topó de bruces con la mitad de lo que había sido su rostro. Con un gesto de alerta, echó hacia atrás hocico y cuello y miró una y otra vez con la estupefacción defensiva de perro callejero hasta comprobar que no había vida en esa cara parcial que sobresalía de entre la maraña de lo que ya solo servía para la fauna de la noche. Perros, gatos, ratas, moscas, gusanos y alguna de esas palomas de mirada torva y agresivamente fi ja, de pico curvo y mirada con gesto de fi era oculta.

Las palomas no son de la paz.

Lo encontraron por el rastro que dejó el olor de su cuerpo muerto. Después de tres días escuchó mi llamada y supo que se me agotaba el tiempo para encontrarlo y pidió al sol más fuego, abrió aún más sus carnes heridas y llamó a la fauna de la noche para deteriorar su cuerpo hasta la descomposición. Primero lo aguijonearon las moscas, luego lo comieron a centenares de pequeños bocados las ratas, dando paso a la llegada de los perros del hambre, y más tarde lo descubrieron los niños de los vertederos.

El perro de la lengua húmeda y pata quebrada lo miró con la ternura de perro amigo y, tras babear su hambre en unas gotas de saliva densa, se dio media vuelta con respeto para seguir rastreando restos de posible comida. Perro no come a hombre.

Fueron unos niños parecidos a los de favelas que salen en los telediarios quienes dieron la voz de alarma a los mayores que también se parecían a los de las favelas que salen en los telediarios.

—Aquí güele mu malamente, pa.

—Como si por aquí el ulor no fuera siempre de asco.

—Que no pa, que güele mu distinto, que güele a rata muelta, pero como de antiyer.

Y como pa no hacía caso y seguía oliendo a rata muerta pero de antes de ayer, fueron asomando por entre las puertas de hojalata y formica una pequeña legión de cachorros cubiertos de pobreza, hasta formar un grupo explorador de olores extraños. Palos en manos sucias, mocos pegados hasta rozar los labios, rodillas negras de cualquier cosa que manche, ojos de halcón infantiles e instinto de raza marginal en su mirada.

—Aquí hay un muelto…

Conoce al autor

Carlos Ruiz Villasuso

Carlos Ruiz Villasuso, galego de nacimiento, castellano por crianza y madrileño de toda la vida. Su trayectoria como periodista le ha llevado a trabajar en medios de comunicación como TVE, Vía Digital, RNE o mundotoro.com, y es columnista de varias revistas y diarios en España y México. Indisciplinado y de religión declarada, seguidor de la fe de García Márquez, tras pasar por el mundo de los guiones de televisión, además de presentador y realizador, en los últimos años su estilo periodístico en crónicas y artículos le han forjado una personalidad y un sello que ahora derrocha en su ópera prima de ficción.

«Es una historia de amor y de pasión que, como toda buena historia de pasión está condenada al fracaso, porque la pasión no puede durar»

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Natxo el día 28-01-2015
Una de las grandes sorpresas del momento, uno de los mejores textos actuales, novela de lenguaje rabioso escrita desde la mismas entrañas del autor. El periodista taurino Carlos Ruiz Villasuso se despoja de su profesión taurina y nos regala una de las mejores novelas de la actutualidad. Ya desde un título impactante nos abre un universo lleno de matices dónde nos da una bofetada de realidad y dónde nada es ni blanco ni negro y nada es bueno ni tremendamente malo.
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